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El síndrome de Estocolmo.. Sobre víctimas y victimarios.

Actualizado: 2 feb 2020


El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro o retención en contra de su voluntad, desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo​ con su captor. Principalmente se debe a que malinterpretan la ausencia de violencia contra su persona como un acto de humanidad por parte del agresor.

Según datos de la Federal Bureau of Investigación (FBI), alrededor del 27 % de las víctimas de 4700 secuestros y asedios recogidos en su base de datos experimentan esta reacción.

Las víctimas que experimentan el síndrome muestran regularmente dos tipos de reacción ante la situación: por una parte, tienen sentimientos positivos hacia sus secuestradores; mientras que, por otra parte, muestran miedo e ira contra las autoridades policiales o quienes se encuentren en contra de sus captores.

A la vez, los propios secuestradores muestran sentimientos positivos hacia los rehenes.

El síndrome que nos ocupa no ha sido caracterizado como entidad diagnóstica en la última edición de 1995 del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV), pero sí se lo reconoce como fenómeno psicopatológico de plataforma traumática: “En el que se induce al agredido a un modelo mental, de naturaleza cognitiva y anclaje contextual” (Montero Gómez, 1999). Montero ha introducido a este Síndrome dentro de la clasificación de “Trastornos disociativo no especificado” del manual “DSM IV”.

El autor ha descrito el SIES-d como “un vínculo interpersonal de protección, construido entre la mujer y su agresor, en el marco de un ambiente traumático y de restricción estimular, a través de la inducción en la mujer de un modelo mental (red intersituacional de esquemas mentales y creencias). La mujer sometida a maltrato desarrollaría el Síndrome de Estocolmo para proteger su propia integridad psicológica y recuperar la homeostasis fisiológica y conductual." (Montero Gómez, 1999).​

Según Dutton y Painter (1981) ,​ el Síndrome de Estocolmo entendido en el ámbito domiciliar surge de una forma determinada. Estos autores han descrito un escenario en el que dos factores, el desequilibrio de poder, por un lado, y la suspensión en el tratamiento bueno-malo, por el otro, generan en la mujer maltratada el desarrollo de un lazo traumático que la une con el agresor a través de conductas de docilidad, donde el abuso crea y mantiene en la pareja una dinámica de dependencia debido a su efecto asimétrico sobre el equilibrio de castigos. Este sentimiento de dependencia camina hacia la identificación con el agresor, a la justificación de sus actos y por último a “ponerse de su lado”.

A pesar de que el adjetivo “doméstico” a veces es entendido como el espacio de convivencia familiar, éste hace referencia en el Síndrome de Estocolmo Doméstico a muchos más ámbitos que el propio domicilio donde puedan convivir la pareja. La conducta de maltrato es llevada a cabo muchas veces en el hogar, pero también lo es fuera de él. Por ello, es importante no confundir el término “doméstico” cuando hablemos de este Síndrome: (SIES-d).

Es de resaltar que las victimas de manera previa al evento traumático suelen tener distorsiones cognitivas como son la disociación, la negación o la minimización.

Puede darse en hombres y mujeres. Fuente Wikipedia.

Lo que me ha tocado ver en mis sesiones de terapia es que no hay paz hasta que las víctimas y los perpetradores no se encuentran.

Ambos sienten alivio cuando logran estar juntos. Y de esta manera, el sistema vuelve a tener equilibrio.

Cómo se soluciona este embrollo?

Dando lugar a ambos: a las víctimas y a los perpetradores de tu sistema. Honrando a los que dieron su vida buscando a un excluido o mirando algo que ningún otro pudo ver.

Mirarlo, asentir al destino del otro, saber que ese que murió o dio muerte también pertenece y que tiene su lugar.

“Te dejo en la muerte. Con amor y dolor. Honro tu destino. Por favor, mírame con cariño si me quedo con vida y lo hago un poquito diferente. Te miro y miro a tu perpetrador. Ambos tienen un lugar en mi corazón”

Es dar un lugar en el corazón al perpetrador porque el también pertenece.

*Varias fuentes tomadas para este articulo.

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