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Frankenstein (Netflix) y la “mirada del padre”: una lectura sistémica

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Frankenstein con la versión de Guillermo del Toro para Netflix: un relato visualmente potente que reinterpreta el vínculo creador-criatura con Oscar Isaac (Victor) y Jacob Elordi (la Criatura), y que ya está disponible en la plataforma desde el 7 de noviembre de 2025. Más allá de la estética, esta adaptación nos invita a mirar el tema eterno: ¿qué pasa cuando el “padre” crea pero no sostiene?


1) Del creador al padre: la herida del reconocimiento

En la película, Victor Frankenstein encarna el deseo de crear y la incapacidad de hacerse cargo de aquello que trae al mundo. La Criatura, por su parte, nace con una pregunta crucial: “¿Quién me reconoce?” En clave psicológica, esto toca la primera necesidad de todo hijo: ser visto por la mirada del padre (y de la madre). No es una mirada cualquiera: es la que ordena, nombrar límites, otorga lugar y legitima la existencia.

Cuando esa mirada falta —por ausencia, frialdad, crítica crónica o abandono— el hijo crece con huecos de reconocimiento que luego se proyectan en la pareja, el trabajo o el cuerpo. Del Toro amplifica esa fractura: el creador huye, el hijo queda sin padre simbólico, y entonces el mundo se vuelve espejo de ese desamparo. (En esta versión, el contexto histórico y la dirección enfatizan lo trágico y lo humano del vínculo).


2) Mirada sistémica: pertenencia, orden, equilibrio

Desde lo sistémico y las constelaciones familiares, tres leyes sostienen la salud del sistema:

  • Pertenencia: todos tienen derecho a un lugar. La Criatura no “encaja” porque su lugar no está claro: ¿hijo, experimento, enemigo? El sistema expulsa lo que no nombra, y lo excluido regresa como síntoma.

  • Orden: primero padres, luego hijos. Cuando el hijo debe perseguir, educar o castigar al padre —como le ocurre simbólicamente a la Criatura— el orden se invierte y aparece la violencia.

  • Equilibrio: dar y recibir. Victor “toma” de la vida (poder creador) sin devolver cuidado. El desbalance se convierte en culpa, que busca reparación en forma de tragedia.

En constelaciones, la “mirada del padre” no es la perfección del padre real, sino su función: marcar rumbo, límites y ley amorosa. Cuando esa función se activa, el hijo puede apoyarse, construir identidad y soltar la lucha.

3) La Criatura como espejo: el síntoma que pide lugar

Lo que no se mira en el origen se actúa en el presente. La Criatura representa la parte de nosotros que pide ser reconocida: nuestras heridas, impulsos, miedos y la vergüenza de “no ser suficientemente humanos”. En clínica, cuando la persona empieza a nombrar su exclusión (“Nunca me vieron”, “No había lugar para mí”), el síntoma disminuye la necesidad de gritar. Porque lo que recibe lugar deja de perseguir.

4) Kabbalah: el padre como luz de sentido y límite de amor

Desde la Kabbalah, podemos mirar la función paterna como la chispa de intención que alinea y estructura. “Abba” (dimensión de Jojmá, la sabiduría), aporta dirección; “Ima” (Biná), comprensión y contención. Cuando el padre (función) está, el hijo puede recibir esa orientación y ordenar su fuerza vital (Tiferet como armonía entre justicia y compasión).También sirve la imagen del Tzimtzum (la contracción): el “padre” que crea espacio para que el hijo exista —no invadir, no huir— sino presencia que delimita. En Frankenstein, Victor no sostiene el espacio: ni presencia, ni límite, ni palabra. Y sin esa “luz ordenadora”, el hijo queda a merced de su potencia y del rechazo del mundo.

Una clave práctica: la función del padre no es castigo, es dirección; no es dureza, es frontera amorosa. Quien tuvo poco de esa función puede cultivarla internamente: aprendo a sostenerme, a decirme la verdad, a marcarme límites que me cuidan.


5) Pequeño ritual sistémico (en casa)

  • Coloca dos sillas: una para el Padre (función) y otra para ti.

  • Siéntate frente a la “silla del padre” y di en voz baja:“Honro la función que me faltó y hoy la incorporo. Tomo de la vida lo que me corresponde y devuelvo con mi mejor versión. Pongo límites que me cuidan. Me doy un lugar.”

  • Respira, imagina luz entrando por tu coronilla y bajando al pecho. Nota si surge alivio, tristeza o fuerza. Toma nota.

6) Señales de que la “mirada del padre” faltó (y puedes trabajar)

  • Búsqueda crónica de aprobación o miedo excesivo al error.

  • Dificultad para poner límites o tendencia a hiper-exigirte.

  • Relaciones donde repites persecución/huida.

  • Culpa desproporcionada cuando te eliges a ti.

Si te reconoces, no es tu culpa. Es una dinámica que se puede ordenar: dando lugar a la historia, honrando lo que fue posible y activando la función paterna interna.

7) Para conversar después de ver la película

  • ¿Dónde sentí exclusión en mi historia y qué necesitaría para ocupar mi lugar?

  • ¿Qué límite amoroso me daría hoy un “buen padre interno”?

  • ¿Qué parte mía (mi “criatura”) necesita ser mirada sin juicio?

Cierre

La película de Del Toro recuerda que crear vida (proyectos, hijos, versiones de ti) implica responsabilidad: mirar, sostener y poner límites que cuidan. Cuando la mirada del padre aparece —afuera o adentro— el monstruo deja de ser enemigo y se convierte en fuerza al servicio.

Frankenstein de Guillermo del Toro ya está disponible en Netflix (estreno global en streaming 7 de noviembre de 2025; protagonizan Oscar Isaac, Jacob Elordi, Mia Goth). Si aún no la ves, te invito a mirarla con esta lente.


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Este contenido es de orientación terapéutica y no sustituye atención médica o psiquiátrica.

 
 
 

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Yubia Valette - Logo

Coach-Psicologa Clinica-Ing. Sistemas | Facilitadora- Conferencista

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